Wednesday, July 20, 2005

La sonrisa de Ingrid, por J.López

Fue Ingrid la que rompió el silencio tras un buen rato en que parecía que dormía.
"Qué bonito es el cielo, ójala pudiera verlo así siempre. ¡Y qué grande! Podría empezar a contar estrellas y caería dormida".
Era la última noche de Ingrid en Valencia, su tiempo había finalizado y le tocaba volver a su país. La playa había sido su lugar escogido para despedirse. Creo que tardé algunos minutos en responder, pensaba en la idea de un universo infinito, imposible de abarcar ni de explicar, por muchas sondas, satélites y otros cachivaches de miles de millones que lancen al espacio. Es como intentar mear contra el viento, el brazo del hombre no es capaz de tirar la piedra tan lejos.
"Ingrid, qué piensas que hay más: ¿estrellas o granos de arena? Imagínate. Ahora mismo nos parece abismal la distancia entre una estrella y otra, pero tal vez existan algunos seres tan diminutos que habiten en un grano de arena, y que consideren que la distancia entre uno y otro es insalvable. ¿Crees que ellos son conscientes de que hay un cielo o tendrían suficiente con darse cuenta de que su universo es una playa? Quizá su propio cielo sea el espacio entre cada grano de arena".
Ahora fue ella la que tardó en responder. Empecé a dudar de si me había entendido, aunque su castellano era bastante elogiable. "Creo que nunca lo sabremos".
Ingrid levantó la cabeza y se quedó mirando el mar, giró la cara y me dijo: "Teneis suerte de tener un mar".
"El mar no tiene dueños, el mar es libre y vive donde le place" le respondí. "Sí, pero...(dudó un instante y añadió) digo que teneis suerte de poder venir aquí, ver este cielo, esta arena y este mar".
"¿Ves aquella estrella tan grande? Aquella es la estrella polar. Esa estrella es la que guiaba antiguamente a los navegantes por todos los mares. Esa estrella también se ve en tu pais, si miras en la misma dirección y a la misma hora. Si bien lo piensas las distancias al final poco importan. Sobre todo si tenemos en cuenta que todos vivimos bajo el mismo cielo, ¡a diferencia de los hombrecitos que habitan en los granos de arena!". Ella se echó a reir y bajó de nuevo la cabeza. Luego dijo: "¿y qué dices de la playa?, eso sí que ya no lo veré".
"Siempre habrán otras playas Ingrid, te lo aseguro".
Ella sonrió y volvió a cerrar los ojos.

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