Thursday, January 22, 2009

30 años después

La reconoció al bajar del metro. Había dejado de ser ella, pero sin embargo todavía conservaba la escritura de la propiedad de su ser. El tiempo la había ajado, y apenas podría compararse con aquella niña ingenua que irradiaba luz allá donde iba. Como si se sintiera observada, giró la cara y tras unos segundos de vacilación sonrió. Él se acercó y comprendió la magnitud real del tiempo que había pasado cuando sintió que ya no había lugar para las apariencias.
Ella sin embargo mostró una inicial incomodidad que fue sustituyendo por una sonrisa cada vez más natural, al ritmo que los mordaces comentarios de él iban siendo más relajados, y por un momento se abandonaron a la ilusión de la confianza. Una confianza que se había marchado hacía 30 años.
Le presentó a su nieta, Yolanda, que en nada se parecía a su abuela. Era rubia y de ojos marrones, y con un carácter excesivamente caprichoso. Habían vuelto hacía dos días a la ciudad. Hacía como 10 años que no volvían. Ya se sabe, las obligaciones.
Quedaba tiempo. A medida que uno se hace mayor aprende a manejarlo mejor, y la ansiedad del reloj queda como leyenda urbana. Así que decidieron comer juntos.
Yolanda apenas tocó su plato, y mientras la conversación se estiraba en trayectorias laborales, problemas médicos y alguna que otra batalla ganada decidió irse al caballito mecánico de la puerta. Su abuela relataba qué había pasado en estas últimas décadas, mientras bañaba el recuerdo con vino tinto y decoraba la visión con una nube de humo de su cigarro. 
"Me casé con un hombre bueno, pero con el que en realidad no tenía nada en común. Debo reconocer que le pasé por alto muchas de las cosas que en ti ví como defectos. Aprendí a no echarte demasiado en falta, y sobre todo a perdonarte. Está mal decirlo, pero te odié en secreto por mi infelicidad. Fuí infiel varios años, tuve algunos amantes más jóvenes que yo, pero jamás me permití el error de prendarme de ellos. Decidí separarme, y tras demasiados años de soledad cogí el primer tren que pasó. No lo hice por dinero, pero sí por seguridad. Esta vez era un hombre bien posicionado en la sociedad, mayor que yo, al que le preocupaban más las acciones de su empresa que en qué invertía yo mis horas muertas. A él no le fui infiel, ya estaba demasiado cansada para estas cosas. No merecía la pena. ¿Si he sido feliz? he tenido mis fases, tuve dos hijos y una hija, y ahora tengo una nieta. Es algo malcriada, pero en realidad ahora mismo es toda mi ilusión"
Él apuró su copa y sonrió. Parecía que seguían teniendo esa facilidad para comunicarse.
"Pues yo me dediqué a escribir. Viví durante casi una década con una mujer, Sara, que respetaba mis espacios, y que me completaba como persona. Solíamos hablar hasta entrada la madrugada, de cualquier cosa, incluso de no tener temas de conversación. Luego murió, de eso prefiero no hablar. Estuve un tiempo viviendo de un modo bastante autodestructivo. Tuve varias amantes, pero siempre intenté que fueran mayores que yo. Algunas me financiaron algún libro, otras simplemente buscaban ese cuerpo joven que les impidiera sentirse fuera del mercado. A partir de los 40 cambió el juego, y empecé a alternar con mujeres más jóvenes. Tuve dos hijos con dos mujeres diferentes, Diego y Juan. De éste último conseguí la custodia y vivió conmigo hasta que se independizó. Yo seguí con mis aventuras con mujeres más jóvenes. Llegué a prendarme de una, y sí, fue mi musa durante algunos años. No tenía gran cosa en la cabeza, pero en sí era una constante inspiración. Tenía ese algo especial. Pero a lo que iba, ¿si alguna vez pensé en tí? posiblemente cada día de mi vida. Nunca pensé en llamarte, no tenía sentido. Había dejado de conocerte. ¿Si te eché de menos? no exactamente. Me acordé de tí, pensé en cómo viviría ésto o aquello contigo, pero nunca me arrepentí de la ruptura, creo que encontré lo más parecido al amor real con Sara, y tal vez contigo hubiera vivido toda la vida, supongo que tal vez nos hubiéramos acostumbrado el uno al otro y no hubiéramos caído en la infidelidad ni en la apertura a nuevas relaciones, tú y yo juntos teníamos ese concepto de respeto asociado a la exclusividad. Debo reconocer que nunca pude ni quise cubrir el hueco que quedó en mi vida tras dejarte, pero eso no significa echar de menos. Me enamoré alguna vez más, tuve buen sexo, y relaciones tan locas e irracionales como la nuestra que en mayor o menor medida me marcaron y enseñaron. Pero nunca ocuparon tu lugar, simplemente ocuparon otro".
Ella encendió otro cigarrillo y sin mirarle le dijo con ternura: "¿recuerdas que alguna vez fantaseamos cómo sería si nos encontráramos muchos años después, si por alguna razón no hubiéramos continuado la vida juntos, y nos contáramos que habíamos encontrado otros amores? recuerdo que dije que a pesar de todo te seguiría queriendo..."
Él iba ya por la cuarta copa de vino, llenó la quinta y preguntó: "¿y es así?". Ella no dudó: "No. Sólo eran tonterías de críos, de cuando se ve la vida de frente con la osadía de creer y todavía no se comprende que es mucho más compleja vista de lado". Giró la cabeza y se quedó mirando con una sonrisa a su nieta, que reclamaba una moneda desde la distancia para volver a poner el caballito en marcha.
"Podríamos acostarnos, por los viejos tiempos, ¿te apetecería?"
Ella le miró con una mezcla de picardía y de nostalgia: "sabes que sí, podríamos acostarnos, pero hay cosas que ya estuvo bien vivirlas y es bonito recordarlas, y tal vez no merezca la pena poner a prueba leyendas. Ya no es necesario".
Él negó ligeramente con la cabeza: "No, ya no es necesario".
La mujer llamó a Yolanda, y le puso el abrigo. Insistió en no dejarse invitar y salieron a la puerta del restaurante.
30 años después volvían a despedirse.

Haiku del viernes

Entre tu casa y la mía
sólo hay una dirección:
¿dirección prohibida?

Sunday, January 18, 2009

El equilibrista de la sonrisa forzada

El equilibrista está tenso. Hoy debuta en la pista central. 

Lo ha practicado tantas veces que podría hacerlo con los ojos cerrados. Pero sabe que hoy se va a caer. 

Escucha la voz del speaker, los aplausos, los gritos de los niños. No puede fallar, se espera mucho de él.

El equilibrista se siente mal. Piensa todo lo que le queda por hacer y por primera vez ya no siente placer con ésto. ¿Son los minutos previos al fin?

Se abre el telón, da dos pasos y se sitúa en el pedestal. La sala está vacía, pero ya no hay marcha atrás. El foco le da directamente a la cara, y aunque quisiera irse, tan sólo es capaz de dibujar una mueca parecida a una sonrisa.

Friday, January 16, 2009

Haiku del viernes

Tareas para casa:
detectar la sutil diferencia
entre la gente que te necesita
y la gente que te quiere.