Monday, March 29, 2010

Las cuerdas que atan la vida

Todo está unido por cuerdas, invisibles, que por el uso se van rompiendo.

Es algo sutil, imperceptible para nuestros burdos y escasos 5 sentidos, en un universo de 95 más.

Pero ahí está el hecho.

Uno vive en un puente, sostenido por gruesas cuerdas, compuestas a su vez por cientos de cuerdas, que son el conjunto de miles de cuerdas que se desgranan en millones de cuerdas...

Su utilidad es máxima. Absorben las vibraciones consiguiendo que nos llegue un porcentaje exiguo. De otro modo nos balancearíamos tanto que no podríamos vivir, nos volveríamos locos y nos arrojaríamos desde lo alto de este puente.
Por otro lado sirven para guiar nuestros pasos, y siguiendo el hilo imaginario avanzamos por el puente, hacia la siguiente orilla.

Alguien me contó que escuchó el ruido que se oye cuando la cuerda maestra comienza a partirse. El terrorífico sonido que precede a la caída al vacío. Por suerte pudo salir del puente a tiempo, y cruzó a la orilla, aunque tuvo que correr más de lo deseable. No es cierto que en esos momentos uno vea su vida desfilar ante los ojos. Parece ser que una vez la cuerda se parte, lo que se ven son los coletazos de los millones de cuerdas que conforman el cable.

Llegará un momento en que la cuerda se rompa. Ahora mismo, sin que nos demos cuenta, se van partiendo millones y millones de cuerdas que sucumben a la tensión a las que están sometidas. No tiene mayor importancia que el simple concepto de entender que algo se está rompiendo. Da tiempo a sacar fotos desde lo alto de este puente.

Pero habrá que pensar en ir cruzando.

(Foto extraída de negrosobreblanco02.files.wordpress.com)

Thursday, March 25, 2010

La maldición de las puertas abiertas

En pleno orgasmo se apagaron los motores. Pusimos punto muerto y abandonamos la razón. Quedó el desván con la puerta entreabierta, como señuelo de una oportunidad, donde no había más que casuística. El suelo estaba lleno de duendes que traían una nueva actitud. Pero llegaban tarde, ya no hacía falta.
Al girar por el laberinto de repente encontramos un pasillo, recto, largo, inacabable. Lleno de puertas. Se acabó la ansiedad, se acabó el temor, se acabó caminar pegado a la pared. Se acabó el principio y el final de las cosas.
De pronto desaparecieron las puertas equivocadas, y nos paramos en el punto cero del eje, entre el placer y el dolor.
Pudiera parecer que el siguiente paso definiría el camino. Pero en lugar de eso saltamos hacia adelante, descubriendo un falso suelo.
La elección estaba abierta, y así estaría siempre. Hemos abandonado el suelo de arena, y a la vez hemos dejado de marcar con huellas nuestros pasos.

Es el momento de no elegir. De vivir con la maldición.

La maldición de las puertas abiertas

Wednesday, March 03, 2010

Tapas de ambrosía

Es el restaurante más selecto de la ciudad. Algunos de mis amigos más pedantes emplearían días debatiendo sobre la autoría y procedencia del sabor, revisitando algún libro de recetas y tratando de hacer propias las opiniones del maestro que no lo inventó, pero sí lo puso de moda.
El caso es que la gente hace verdaderas locuras por conseguir mesa, algunos venden hasta su alma, a cambio de tan sólo una ración a la que las papilas gustativas apenas consiguen definir, adormecidas por el sabor de un vino no demasiado sabroso, pero eso sí, bastante caro.
Al parecer el manjar alcanza tal nivel de exquisitez que tan sólo puede disfrutarse durante la décima de segundo en que la lengua toma contacto con la novedad; a partir del segundo contacto el cerebro ya no es capaz de procesar tan exacerbada sensación, y se limita a transmitir una mínima porción de simple y llano cóctel de un sabor a medio camino entre dulce y amargo.
El ser humano no está preparado para su deleite, pero a pesar de ello, la cola de individuos decididos a pagar una cantidad que se antoja ominosa, nunca acaba.

Y alguien lo observa todo desde una ventana. Sonríe y se frota las manos.