Wednesday, January 26, 2011

Besos suicidas

Colgó el sombrero del pico inferior de la luna menguante, y se entregó a la noche mirando de reojo la llegada del día, porque todo sueño tiene su despertar, y a veces incluso se sueña con los ojos abiertos, y se estira el purgatorio, expropiado lugar de recreo del alma, de ese continuo llamado sueño-vigilia, en el que colocamos nuestros latidos estratégicamente.

Pensó que todo tiene un límite en una vida finita; a veces dos almas sufren la maldición estadística de la infelicidad que provoca la moral de una sociedad reinventada desde la culpa. La maldición que obliga a mantener la distancia para no volver jamás a su estado original de unión mística. El corazón ha sido degradado a simple músculo bombeador de sangre. Dios vive en una caja, y el lóbulo frontal impone su dictadura. Seamos pues estúpidos hombres grises condenados a cumplir con el plan.

El sombrero cayó, no recuerdo si hacia arriba, mientras anotaba en su agenda que quizá era hora de arrojar al fuego todos los besos suicidas que decidieron morir por la causa.

1 comment:

Dostoievski said...

Eres grande Javier!