Thursday, March 25, 2010

La maldición de las puertas abiertas

En pleno orgasmo se apagaron los motores. Pusimos punto muerto y abandonamos la razón. Quedó el desván con la puerta entreabierta, como señuelo de una oportunidad, donde no había más que casuística. El suelo estaba lleno de duendes que traían una nueva actitud. Pero llegaban tarde, ya no hacía falta.
Al girar por el laberinto de repente encontramos un pasillo, recto, largo, inacabable. Lleno de puertas. Se acabó la ansiedad, se acabó el temor, se acabó caminar pegado a la pared. Se acabó el principio y el final de las cosas.
De pronto desaparecieron las puertas equivocadas, y nos paramos en el punto cero del eje, entre el placer y el dolor.
Pudiera parecer que el siguiente paso definiría el camino. Pero en lugar de eso saltamos hacia adelante, descubriendo un falso suelo.
La elección estaba abierta, y así estaría siempre. Hemos abandonado el suelo de arena, y a la vez hemos dejado de marcar con huellas nuestros pasos.

Es el momento de no elegir. De vivir con la maldición.

La maldición de las puertas abiertas

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