Hoy me perdería por Ruzafa.
Miraría esa Gretsch a la que tengo echado el ojo en los escaparates de las tiendas de música. Iría al Cosecha Roja a hojear algún libro de Bolaño mientras llega alguna de esas personas con las que tu presencia suma y tu ausencia resta, de las que no les pasa desapercibido ni les es indiferente si estás arriba o abajo.
Echaríamos alguna cerveza, nos reiríamos, hablaríamos de rock’n’roll, de cine y de quién sabe. Y de pronto podría reirme de todas las profecías que se han cumplido desde mi llegada a Madrid.
Saldríamos a la calle ya de noche, sin sombras en la acera ni fantasmas en los pies. Quizá acabaríamos en el Elect-O-Pura bailando sin mayor esfuerzo que vivir el momento.
Y todo sería más fácil.
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