Carta del sol a la luna

Observo el cielo alrededor, oscuro y sin estrellas.

No sabía que las lágrimas fueran capaces de apagarlas.

Sólo quise compartir contigo el espacio, y enviarte mis rayos, para que no sintieras frío en esta galaxia tan solitaria. Calentarte con mi luz parando el reloj en ese momento en que la noche y el día eran uno, y nosotros, en conjunción, brillábamos por encima de lo normal.

Nunca sabré por qué interponías eclipses, que impidieran a mis rayos llegar a tu órbita y darte ese calor que te hiciera sentirte bien, ni qué había al otro lado, en la cara oscura, que no me permitías ver. Nunca pude conseguir que te dieras cuenta que en el universo hay exceso de oscuridad, y que nuestro pequeño milagro de brillar le daba sentido a algún que otro momento de falta de luz, porque incluso el sol, a veces, tiene momentos de parón antes de volver a iluminar.

Te doy las gracias luna, por todas las noches que me has hecho brillar con fuerza, intentando amaneceres para ti. Cada rayo mereció la pena.

Las noches ya no serán igual.

Te voy a echar de menos.